HACIA UNA VIDA SIN HUMO
La certeza de que el Gobierno va a endurecer la ley contra el tabaco, cuyo consumo quedará probablemente prohibido en todos los bares y restaurantes, ha motivado un cruce de acusacionesy de estudios entre partidarios y detractores de la medida.
La Federación Española de Hostelería estima que la reforma que prepara la ministra Trinidad Jiménez dejará en la calle a hasta 200.000 de sus empleados, con una caída prevista de la facturación del 10%. Además, alega que la confusa normativa ahora vigente obligó en su día a los empresarios a acometer unas reformas que requirieron una inversión de 1.000 millones de euros. Un desembolso que, subrayan, ahora se habrá demostrado inútil.
La respuesta llega a los hosteleros desde el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, que estima que las ventas en la hostelería no sólo no se reducirían, sino que aumentarían por la incorporación de una clientela que valora por encima de todo los espacios sin humo. Alegan desde el comité que esto ha sucedido así en otros países que han tomado antes que España la iniciativa de desterrar el tabaco, y minimizan la inversión que han hecho los locales en mamparas y extractores. En un debate tan apasionado como este, en el que está en juego un concepto tan complejo como el derecho a decidir sobre la propia salud – el del fumador activo y también el del pasivo, que, en el caso de los empleados de la hostelería, no siempre tiene opción de elegir-, es aconsejable huir de posturas maximalistas y observar las tendencias al alza. Y es evidente que los países que nos rodean se han decantado por tomar medidas como la que promueve la ministra de Sanidad sin que se haya desencadenado por ello un conflicto social. En España, los indicadores de que disponemos señalan un decantamiento hacia un estilo de vida sin humo: el porcentaje de fumadores va disminuyendo, al tiempo que aumenta el de los partidarios de endurecer las normas contra el tabaco (sólo el 36% se opone a ello, según la última encuesta de La Vanguardia)En cuanto a cómo afectará la medida a la hostelería, es difícil discriminar si en otros países los locales que cierran lo hacen por la prohibición de fumar o por la propia crisis económica.
Lo que sí es evidente es que los hosteleros tuvieron que realizar hace cuatro años unas reformas que ahora carecerán de sentido, y que esto es así porque la normativa del 2006 ha resultado a todas luces fallida. El Gobierno, que emprende el camino correcto en beneficio de la salud del conjunto de la ciudadanía, no debería ser ajeno a las quejas de la hostelería por una inversión que no se podrá amortizar.
Querrán decir un cruce estudios y argumentos sobre derechos civiles, por parte de los no fumadores, contra una avalancha de mentiras, medias verdades y propuestas de negocio a costa de la salud de sus empleados, por la otra, que no quiero denominar fumadores, sino empresas tabaqueras que pagan a Asociaciones de Hostelería y partidos políticos, para que mientan por ellos (obviamente las tabaqueras no tienen ninguna credibilidad, pero sí mucho dinero… negro).
Esto ya está más claro, ¿verdad?