El carnaval de los vendehúmos
A pesar de la España ilusoria de la Transición, aquella carambola que hizo creer al mundo que este país era un remanso de tolerancia con un prodigioso ADN cruzado de socialdemócrata sueco y liberal inglés, esto sigue pareciéndose sobre todo al retrato de los hispanistas y viajeros románticos: una nación de tipos anarcoindividualistas a los que les pone desafiar las leyes, desentenderse de los deberes públicos y hacer chistes sobre el civismo. La suciedad de los espacios públicos, el griterío de los restaurantes o el récord de trampas al volante son la expresión de ese genuino espíritu nacional tan hostil al respeto por el otro. Basta un paseo por cualquier país europeo, desde Portugal a Polonia, para reconocer ese déficit cívico. Y no está mal, como estanque en el que ver reflejado este narcisismo salvaje, la reacción a la ley del tabaco. Aquí cada norma da para una secuela del motín de Esquilache.
Las soflamas contra la Ley del Tabaco se aferran a la resistencia liberal contra cualquier control del Estado y otras pamemas similares. Es fácil comprobar que los países liberales son aquellos que antes, y más enérgicamente, restringieron la agresión del tabaquismo pasivo; y en cambio, la barra libre para los fumadores se da en las sociedades más primitivas. Más vale dejarse de milongas, en España la reacción contra la ley no emana de un espíritu liberal, sino de un genoma bárbaro. La única libertad amenazada aquí es la del fumador pasivo. De hecho cualquier fumador podrá comprobar que sus derechos están muy protegidos, a condición de disfrutarlo sin agredir a otros; España sigue siendo uno de los países occidentales donde es más fácil comprar tabaco y más barato. La rebeldía contra esta Ley se nutre de una hipocresía moral disfrazada de ideología. Pero el tabaquismo pasivo no tiene que ver con el color político, sino con el cáncer.
La imagen de un asador en Marbella autoproclamado territorio independiente donde no rige el Estado de Derecho retrata ese fariseísmo. Ahí está otra vez el español anarcoindividualista que se pasa la Ley por el arco del triunfo con coartadas políticas. Pero el diccionario de la Academia no proporciona coartadas: delincuente es quien delinque; y delito es todo quebrantamiento de la Ley aunque ese patán del asador se disfrace de Espartaco de Guadalmina. En cualquier país europeo reprender a quien vulnera la Ley en perjuicio de otros, y si es necesario denunciarlo, se considera civismo básico; aquí le llaman delación o incluso maccarthysmo. El alcalde de Valladolid, tras el éxito de su provocación machista, ya ha comparado la Ley con el Holocausto judío. Esta es la catadura. Como siempre: ‘Qué país, Miquelarena, qué país’.
05.01.11 – 03:26 – TEODORO LEÓN GROSS
http://www.diariovasco.com/v/20110105/opinion/articulos-opinion/carnaval-vendehumos-20110105.html
A estos tios que tras decenios jorobándonos a los no fumadores, y que insisten en seguir haciendolo, fascistas del tabaco, duro y en la cabeza.
Denuncia, una tras otra, hasta que cambien o cierren por impago de las multas.